silvia estrin: la mesa está servida

Otoño en el Tigre

El otoño, festival de colores: rojos, violetas, amarillos, verdes, marrones.

Nuestra casa en la isla, una casa familiar. Un lugar que desafía el paso del tiempo, un lugar de historias y leyendas colmado de recuerdos, de encuentros y desencuentros. Gente que llega, gente que ya no está.

Ian y Mauro, primos de dos mundos, primos lejanos. Uno negro, otro rubio, uno grande otro chico. Animados, excitados, corren, corren y a veces paran. Persiguiéndose uno al otro van bordeando el río.

El río Espera con sus reflejos mansos de sol, luces de atardecer; amarillos dorado, ocre, siena natural, siena tostado.

A lo lejos dos manchas, una naranja y otra negra, Ian y Mauro saludan desde el otro muelle, desde la otra orilla.

Recorremos la isla, conversamos recordando anécdotas, reimos; caminamos cruzando el parque cubierto de florecitas de tonos lila y amarillo. Ian y Mauro nos alcanzan, llegan corriendo, se agachan, atrapan algún bicho y juntan coquitos. Guerra de coquitos hasta que no les queda más porque los tiraron todos al río. Vuelven a correr, ya no los vemos, al rato volvemos a distinguir las dos manchas naranja y negra.

Las araucarias con su majestuosidad patagónica, los liquidámbares con sus hojas rojas traslúcidas, las palmeras, magnolias, el túnel de bambúes, los papiros, las acacias cubiertas de enredaderas desplegándose hacia el cielo.

Otoño en la isla, fiesta de colores.

Reflejos, sombras.

Tigre.

silvia estrin

miércoles, 2 de diciembre de 2009

la mesa está servida

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